miércoles, 29 de junio de 2011

Negando la realidad no se consigue nada

  Me embarga la rutina. El mítico no ver por no querer. ¿Quién quisiera tal ceguera?¿ tal dolor? 

   Lo sencillo puede convertirse en complicado con una fugacidad voraz. Con la rapidez de un pestañeo, de una breve respiración, de un tragar de saliva. 

  Me duele. Duele más de lo que esperaba. Duele la rapidez, que se convierte en desesperación y deriva en indiferencia. Son estados lentos y transitables. Tanto como uno necesite. Tantas lágrimas como sean capaces de albergar tus ojos, y la rapidez con la se deslicen por tus mejillas y acaben desvaneciéndose por la comisura de los labios.

 La rapidez. Un puñal que se clava profundamente, y así como viene se va. Y te aturde, te desquicia y te deja sentado en una silla sin saber qué hacer ni qué decir. Atado de pies y manos pues, ¿quién es el culpable? Uno mismo. Uno mismo ejerce su estrategia, teje una máscara que  acompaña a su coraza. Pero al resquebraje ésta, puede ser tú perdición. Mi perdición. 

Porque no  es cierto que querer es poder.






No hay comentarios:

Publicar un comentario