viernes, 13 de mayo de 2011

Un mar de despedidas


 Se puede llegar a convertir en un impulso, un fuerte impulso. Un empujón, un salto al vacío sin paracaídas... Pero sólo creo que es por desesperación. Así mal y así peor. Siempre se va y se viene, das la vuelta y, al fin y al cabo, estás en el mismo sitio. No te has movido ni un centímetro de donde empezaste, cuando lo que tu pretendías era moverte metros, kilómetros...

 Y así es como simplemente un día tuve el valor de desaparecer. Un adiós muy buenas. Un espero que te vaya bien, o simplemente un adiós. Pero siempre hace falta valor, un valor que tarda en llegar, pero cuando llega, te atrapa, no te suelta, se aferra a ti de tal manera que debes afrontarlo. El valor es el impulso y yo soy el instrumento. Me muevo, pienso. ¿ Huyo o progreso? Cada cual puede pensar lo que desee.

  El problema viene cuando al decir adiós, recibes un no. Cuando decir adiós, supone un breve error. Cuando ni un hasta luego es capaz de decirse con fuerza o tal vez un es lo mejor carece de sentido. Es ahí cuando todos tus pensamientos dan un vuelco, se rebelan,  de aliados a enemigos. Cuando quien dice no, es más importante que tú misma. Da miedo, da pavor. Y es entonces cuando lo que tenía una base estable, de cemento, se resquebraja, se deshace, y todo se derrumba. Y el no saber que hacer supone una peor solución.

  Una solución. Un plan de choque. Un plan de choque que calme al mar enfurecido, a la fiera más feroz. Un plan que no me deje indiferente. Un plan que ante todo tiene un fin. Agua y distancia. Un adiós.

1 comentario:

  1. Interesante...
    Espero que no sea un adiós, sino un "te veo mucho antes de que te des cuenta", incluso un "te veo mañana". Quién sabe, ¿no?

    ResponderEliminar